
“Bueno”, me dijo
entre café con leche y medialunas.
Y entonces le sonreí y comencé el día.
“Qué día?” Era la noche con sol,
y lo más importante de una estrella fugaz,
que a diferencia de otras
vino para quedarse y llover.
Entonces sólo me senté a esperar qué pasará.
Será el sudor que me cae por la frente
y apaga mi sed de tomarte, de tragarte,
de cerrarte y volverte a abrir.
Me agoté, pero sin embargo me sentí feliz.
Ese sentimiento que creo siempre conocer,
aunque creo, que adivinar equivocando
el ocho del Quini fue pura casualidad,
porque ella cumple ese día.
Y sigue siendo ese día con luna y no aguanté,
de 300 maltas contra mil persas…
seguimos cantando.
Entonces el baile comenzó junto al fuego.
Se siente el ardor que empieza por los huesos.
Y termina con picor en la punta de los pelos.
Imagen: Danidan
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