
Llegaban esos años,
los huesos de Clotilde
se habían vuelto porosos.
Se habían acomodado
a la imagen del rostro
de quien los paseaba por este mundo.
Porque mas allá de ese rostro
no había nada,
todas sus imaginaciones en ese espacio
en el que se habían relajado.
Suena una campana con forma de ensaladera
y vibran las paredes suavemente.
Se puede hacer garrapiñadas, ¿no?
Sonó la campana
y cuasi pierdo por Know out (se escribe así?)
Sí, es así.
Simplemente esperé que estallen
resonando en mi cabeza,
para poder sentir
este viaje por el cosmos,
por las estrellas.
Y así, olvidar el padecer
que esos huesos malos le causaban.
¡Huesos malos!
Pero más allá de eso
se vivía feliz,
ese problema se volvía insignificante
a la hora de conectar…
…Un delito, ¡sí!, un delito vibracional,
un robo a mano armada,
y luego sonó la alarma.
Traté de rescatarme, pero… ¡no puede!
Me vibraba el cuerpo…
¿Lo llegas a comprender?
Intenté poner los pies en la tierra, no pude.
Mi mente transitaba por el espacio.
Imagen: Paul Klee