No es lo mismo
una inquietud científica que una inquietud existencial, decía Darío (filósofo,
docente, conductor de tv) hace unas semanas bien temprano en la hermosa ciudad
de Rosario, que a la vez, yo estaba conociendo esa misma mañana. TedxRosario
nos recibía a Debi, a Maxi y a mí con un día nublado y medio lluvioso, pero
lleno de entusiasmo.
Lo científico,
lo existencial y lo espiritual están siempre presentes en estas conferencias,
combinados creativamente con la tecnología. Me resulta imposible que este
surtido de saberes o categoría de saberes no me movilicen profundamente. Fui a
varios Tedx, pero puedo decir que en este me di cuenta de algo. Si bien siempre
son muy interesantes los temas sobre los que se habla, descubrí que no importa
tanto lo que dicen los expositores. Es decir, no es que sienta que las
temáticas me dan lo mismo y me resultan todas iguales pero reconozco que, luego
de un tiempo, realmente no me acuerdo bien de que se hablo y si me preguntan me
cuesta explicarlo. Entonces ahí es cuando me pregunto ¿Qué es lo bueno de ir a
Ted?
Caro (sobreviviente
del maremoto de Tailandia) hablaba de que “somos el otro”. Más allá de la
connotación espiritual de esta frase, ahí en el auditorio, yo me sentía ella y
cada uno de los expositores. Pude absorber su entusiasmo y ganas de vivir, fui
cada uno de ellos durante todo el día. La Chiqui (abogada e impulsora de proyectos
culturales en Rosario) decía que la percepción es educable al mismo tiempo en
que yo me sentía con mi capacidad de percepción al máximo, como entrenándola. Y
eso no es poco, ni fácil, porque como también dijo Martín (lic. en Publicidad
con doctorado y estudia vínculos entre la ciencia, el arte y la tecnología en
UCLA, EEUU) la percepción es la síntesis de todos los sentidos. Alfredo Casero
(genio) fue mas directo y sentenció: cuando ves que el de al lado esta
haciendo, tu sueño automáticamente se te vuelve obligación. Imaginando a los
expositores como “el de al lado” mis sueños y mis ganas se potenciaban
exponencialmente. Pero no se puede innovar sin generosidad, nos explicaba
Alfons (fundador de la red innovadores de referencia en lengua española).
Económicamente conviene la colaboración, comentaba también, y yo tomaba
conciencia que estaba sentado frente a personas increíbles compartiendo su
sueño y sin pagar un peso. No creo que este mal pagar por lo que uno quiere y
disfruta, pero Dar es una idea muy radical y perderle el miedo a lo radical es
una forma de evolucionar, y me sentía evolucionando un poco.
De repente me percate
que los expositores eran en su totalidad más grandes que yo. En ese momento me
resonó lo que, entre chistes, decía Casero sobre el cuidado que hay que tener
cuando te planteas que tu juventud es mas importante que todo lo que los demás
hicieron, ahí es el instante en que te equivocas. Reconfirmación plena sentí
cuando Alex (científico, inventor y emprendedor) arranco su charla diciendo que
envejecer sirve para algo.
Con todas estas
sensaciones a flor de piel durante todo el día y su consecuente entusiasmo
generado y plasmado en el tiempo, me vuelvo a preguntar ¿Qué es lo bueno de ir
a Ted? ¿De que habló cada expositor? No encuentro una respuesta concreta y
precisa. La expansión de conciencia me parece una constante, y la capacidad de seguir haciéndonos preguntas y transformándonos es parte de lo que, todos los que
fuimos, nos llevamos.
Sería un buen
momento para cerrar la historia de un lindo viernes de septiembre en Rosario pero, sin ánimos de generar suspenso de película pedorra, todavía queda bastante.
En uno de los
intervalos de la jornada nos encontramos con Rama, un amigo en común de los 3
bastante particular. Fue monje en la
India durante 17 años y volvió hace un tiempo a la Argentina donde se
dedica a enseñar a meditar y da talleres sobre liberación de creencias, entre
otras cosas relacionadas. Una de las personas mas amorosas y empáticas que
conozco, un humano divino. Nos cruzamos con el y con su novia, Paula, pero como
espectadores. Aclaro esto porque el año pasado Rama fue uno de los expositores
de TedxRosario.
Siempre es un
placer movilizador hablar y compartir momentos con él. Los 3, Debi, Maxi y yo,
lo sentimos tan así que cuando finalizaron las charlas nos quedamos conversando
con Rama y Pau durante 2hs y media en el hall del hotel. Nos sentamos en el
piso, Pauli saco unas galletitas porque el hambre también se hacía presente en
esta reunión y Rama ubico su grabador en
el medio de la ronda. Así, mientras los organizadores de Ted desarmaban todo y
la gente del hotel se disponía a cerrar el lugar, nosotros disfrutábamos de
hacerle preguntas a Rama. La energía que se generó potenciaba un campo
vibracional que nos conectaba cada vez más.
La
espiritualidad, las creencias limitantes de la mente, el ego, la conciencia, la
ciencia, y dios eran las temáticas por las que andábamos. Por momentos Rama me
recordaba a Darío y viceversa. Dios no se puede pensar, si se piensa, eso ya no
es Dios. Pensar a Dios es pensar lo humano. La charla con Rama me remontaba, de
a ratos, a cada una de la exposiciones que había presenciado anteriormente. Al
final, ¿todos hablaban de lo mismo? No lo se, pero percibo que algo de eso hay. Aca abajo dejo el audio de la conversación con Rama. Es largo, pero lo vale.
Alrededor de las
21hs, y con ese estado de plenitud, emprendimos la vuelta a Capital. Me ofrecí
a manejar, ya que a la ida lo había hecho Maxi y Debi tenía el carnet vencido,
pero Maxi prefirió manejar él y accedí sin problema. Me senté cómodamente en el
asiento trasero y arrancamos el viaje. Al no tener la responsabilidad del
volante y como para celebrar mi estado de plenitud y entusiasmo decidí comer un
brownie loco que me habían obsequiado. Maxi manejaba y obviamente no comió,
Debi tampoco.
Llevábamos 1
hora y media de viaje, sonaba el Blue Album de los Beatles (gran compilado con
las mejores canciones entre 1967 y 1970) y yo venía surfeando en cámara lenta la mojada
ruta en una especie de burbuja atemporal desde una posición casi horizontal. De
repente engancho con la charla que estaban teniendo los chicos, me siento y me
acomodo al medio como para poder hablar mejor con ellos que iban adelante. Una
sensación rara, inexplicable, fuera de cualquier razonamiento lógico me hizo
poner el cinturón de seguridad. Creo que fue la primera vez en mi vida que me
ponía el cinturón en un asiento trasero. A los 15 minutos aproximadamente, un
camión que venia delante de nosotros se descontrola y, luego de una maniobra
complicada, se cruza y queda perpendicular a la ruta. Chocarlo
era inevitable y así sucedió.
Luego del
fuertísimo impacto, en el cual creo no haber perdido la conciencia, me
encuentro con el cuerpo y la cara golpeados y llenos de vidrios igual que los
ojos. El miedo y la desesperación comenzaron a brotar de mí después de ver a
Debi aplastada por el techo del auto con un tajo que le recorría casi toda la
cara. Por suerte vi a Maxi bien, lo que me tranquilizo un poco y me permitió
llamar al 911. Todo esto apenas pudiendo abrir solo el ojo izquierdo. En ese
momento recordé que tenía unas gotas en el bolsillo, logre limpiarme un poco y
sacarme los lentes de contacto. De todos modos me fue imposible abrirlos bien,
solo con el ojo izquierdo podía vislumbrar algo cada tanto.
Después del
choque me cambiaron la película. Del cielo de los Beatles al infierno de la
ruta, los policías, los bomberos, la ambulancia y todos los condimentos
negativos que puedan imaginar. No veía nada, solo escuchaba. Los primeros 40
minutos los pase en el auto dándole la mano a Debi, que estaba prácticamente
inconsciente, y ayudándola a respirar. Ambos hacemos Kundalini Yoga, lo cual me
permitía sentir una conexión mas profunda con ella al respirar juntos. Maxi,
que era el que mejor estaba físicamente, se encargo de lidiar con la
ineficiencia de la policía, los bomberos y la ambulancia, la cual tardo más de
45 minutos en llegar. Si bien no voy a negar que en un punto nos estaban
ayudando, el trato humano que tuvieron creo que fue de lo que mas me afecto en
todo este episodio. El esfuerzo que hacia esa gente por cuidarse el culo y que
no se les complique la noche fue asqueroso. Nos falta tanta conciencia como
personas que de ahí hasta que se plasme en las instituciones tenemos un largo
camino por recorrer.
Esto siguió en
el hospital de Zarate y de ahí, derivaciones a Capital. Un día de internación
para mi, dos semanas para Debi y Maxi lidiando a pleno con la horrible
sensación de ser el que manejaba. Así sucedió, y continuo con grandes amigos
apoyándome en todo momento, estando ahí para lo que necesitara, una sensación
invaluable. También con mucho dolor físico y mucha movilización interna. Por suerte
los tres estamos bien, con esta experiencia encima y demasiado por charlar.
Yo por lo pronto
tratando de no pensar demasiado ni buscándole explicaciones esotéricas a lo
sucedido. No se que creo, creer o no creer es tomar partido por la verdad,
decía Darío en su charla pero, ¿que es la verdad? No me parece, ni quiero que
me parezca que la vida me esta dando otra oportunidad, que ahora tengo que
aprovechar algo que antes, teóricamente, no venía aprovechando; de que esto me
pone en la obligación de hacerme mas conciente, como si no viniera vibrando en
esa frecuencia expansiva. La cuestión es que no sentí en ningún momento que me
fuera a morir, no me paso toda la vida en un segundo ni nada de eso. Tuve y
tengo mucho miedo y me pone triste la mierda inevitable que no pasó y las
consecuencias que pueda tener esto principalmente para Debi, pero nada más por
ahora.
Obvio que me
pregunto porque me puse el cinturón. Muchos me dicen que fue mi mama desde el
cielo, otros que fue dios dándome otra oportunidad, pero me resuena mas y creo
que se lleva mejor con mis inquietudes existenciales lo que me dijo una persona
con la que me reencontré hace un tiempo y que quiero mucho, y es que yo estoy
vivo por mi, que el cinturón me lo puse por mis ganas de vivir.
Imagenes: James Post